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43.88 La Muerte de Jesús

Bien, mis notas a este relato inician con las personas que estaban junto a la cruz, estas eran 4 valientes mujeres quienes acompañaron a Jesús desafiando el peligro que eso representaba para ellas, pues recordemos que Sus discípulos habían huido, excepto Juan, «Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron», [Mateo 26:56].

Entre esas mujeres estaban la madre de Jesús, y María Magdalena a quien Jesús había liberado de 7 demonios y quien fuera una asidua creyente del Señor y colaboradora de Su ministerio, ayudándole en el sostenimiento de Él y de Sus discípulos. Asimismo se encontraban allí dos mujeres quienes definitivamente también eran creyentes en el Señor, pues de no ser así no se hubiesen arriesgado con su exposición ante las autoridades, dando testimonio de su fe en Cristo.

¡Qué dolor tan grande debió sentir María!, la madre de Jesús al ver a su hijo en la cruz, pasando tantas agonías, horribles sufrimientos, y siendo insultado por los hombres sin haber cometido delito alguno; así se cumple lo que le había profetizado Simeón en Lucas 2:34-35 «Y los bendijo Simeón, y dijo a Su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones».

Cuando Jesús estaba clavado en la cruz vio a Su madre y a Juan Su discípulo, aun en aquella circunstancia tan dolorosa y agonizante, Él se ocupó de su familia, un regalo hermoso de Dios. Quizás José ya había muerto y Jesús era quien se encargaba del cuidado de Su madre, y Él muestra una tierna consideración por ella, y por eso le pidió a Juan que se hiciera cargo de María, que la recibiera como su propia madre y a María que adoptara a Juan como su hijo.

Toda vez que había establecido el compromiso entre Juan y Su madre, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido dijo “tengo sed”. Esta necesidad física evidencia la humanidad de Jesús, que realmente Él estaba padeciendo en carne propia todo el dolor y sufrimiento provocados por la crucifixión. Él se hizo como nosotros, humano, para que un día nosotros fuéramos como Él. Su sed era tan intensa que la lengua se le pegó al paladar tal como dice Salmo 22:15 «Como un tiesto se secó Mi vigor, y Mi lengua se pegó a Mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte».

Pienso que asimismo tenía sed espiritual debido al gran anhelo de que Su pueblo fuera salvo, esto lo pienso recordando lo que dice el Salmo 42:1 «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía».

Dice este relato que allí había una vasija con vinagre, y de eso le dieron a beber. Los soldados durante la espera de la muerte del crucificado acostumbraban a tomar una mezcla de vinagre con agua, llamando a ese bebida Posca, y por lo general, se le daba a los crucificados como acto de misericordia, debido al desgaste físico y la deshidratación que padecían. Pero es bueno aclarar que no debe confundirse con el vino con mirra, (bebida anestésica), que Jesús rechazó antes de clavarlo a la cruz.

Todo sediento desea beber ‘agua’, pero a Jesús le dieron a beber ‘vinagre’, quizás puro, por eso con respecto a este suceso dice una profecía en Salmo 69:21 «Me pusieron además hiel por comida, y en Mi sed me dieron a beber vinagre». 

Cuando a Jesús tomo el vinagre dijo “consumado es”, estas fueron Sus últimas palabras, ciertamente ya todo había sido cumplido: La ley, las profecías y la redención. Dichas esas últimas palabras, dice la Biblia «… Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu», [Juan 19:30]. En ese momento murió, pagó la deuda total por nuestros pecados. En el Antiguo Testamento se ofrecían sacrificios para el perdón de los pecados para así estar limpios delante de Dios, esto se hacía mediante el sacrificio de un animal que serviría como sustituto.  Cristo es ese Cordero que murió por ti y por mí.  

Amados hermanos y amigos, Cristo es nuestro sustituto, con Su muerte el sistema sacrificial terminaba, pues Él es el sacrificio final por todos nuestros pecados. Ahora podemos acércanos a Dios con libertad y vivir con Él por la eternidad.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

 

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