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43.89 El Costado de Jesús es Traspasado

El día de la crucifixión de Jesús los judíos estaban preparándose para celebrar la más importante fiesta de su pueblo “la Pascua”. Con esta fiesta conmemoraban cuando el ángel de Jehová pasó por la tierra de Egipto y mató a los primogénitos de todas las casas tal como lo expresa Éxodo 11:5 «y morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias».   Pero qué hermoso, no hizo ningún daño a los judíos que habían marcado los dinteles de las puertas de sus casas con la sangre del cordero sacrificado según lo que Dios mandó a Moisés, «Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer», [Éxodo 12:7]. 

«Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis», [Éxodo 12:13-14].

Amados hermanos y amigos, les quise escribir lo anterior para que podamos entender como el Antiguo Testamento se hace patente en el Nuevo Testamento, viendo la asociación que tiene la muerte de Jesús como “el Cordero de Dios” sacrificado para nuestra redención y el perdón de nuestros pecados, para que los que hemos sido lavados con Su preciosa Sangre, y lo hayamos recibido como nuestro Señor y Salvador, tengamos comunión con Dios, y el acceso a la vida eterna.

Pues bien, volviendo a nuestro relato, los judíos rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas a los tres crucificados, de manera tal que se acelerara su muerte y así los cuerpos no estuvieran expuestos allí el día de reposo,  ya que ese día era muy solemne, de la fiesta de la Pascua,  «Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo», [Marcos 15:42].

Pilato aceptó y dio la orden de que procedieran con el próximo castigo, quebrar las piernas de los crucificados para que definitivamente murieran. Por lo que los soldados procedieron a ejecutar la orden, primero fueron donde los crucificados que estaban ubicados en cada extremo y quebraron sus piernas con un mazo. Dejaron a Jesús de último quien estaba colocado en el medio de ambos crucificados, y quizás lo hicieron así para extender Su sufrimiento, pero sabemos que por orden divina de Dios eso tenía un propósito.

Ahora bien, al acercarse los soldados a inspeccionar a nuestro Amado Señor, se dieron cuenta de que ya estaba muerto, tal vez vieron alguna señal como la posición de su cabeza, su mandíbula caída; en fin algo vieron que les indicaba que estaba muerto y que no tenían que quebrarles Sus piernas para que así que cumpliera la profecía que dice «El guarda todos Sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado», [Salmo 34:20].

Asimismo se cumplía en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, lo que dice en Números 9:12 con respecto a los sacrificios de los animales para la expiación de los pecados realizados desde el Antiguo Testamento y antes de Su muerte «No dejarán del animal sacrificado para la mañana, ni quebrarán hueso de él; conforme a todos los ritos de la pascua la celebrarán».

Los soldados tenían que cumplir la orden de Pilato y estar plenamente seguros de que los tres crucificados estaban muertos, por lo que uno de ellos traspasó el costado de Jesús con una lanza. La muerte de Jesús fue debido a la rotura del pericardio, membrana que envuelve el corazón, es decir que la sangre del corazón se mezcló con el líquido del pericardio, y por eso salió sangre y agua. Sabemos que el cuerpo de un muerto no sangra, por lo que muchos teólogos aluden a que Jesús murió porque se le reventó el corazón, y que ese quebrantamiento fue causado por la agonía física y emocional que padeció.

Este hecho, ‘El costado de Jesús traspasado’ es narrado únicamente en el Evangelio de Juan, quien fue testigo ocular de tan significativo suceso que señala tremendas enseñanzas:

  1. Que Jesús siendo Dios, vino a la tierra como “hombre”, así que Su padecimiento tanto físico como emocional fue real, [Filipenses 2:8].
  2. Es una figura para nosotros de las dos ordenanzas que nos dejó el Señor Jesucristo: El Bautismo en agua por inmersión, [Juan 4:1-2; Mateo 28:18-20) y La Cena del Señor, [Mateo 26:17-29].
  3. Es el prototipo de la Iglesia, pues así como Eva fue sacada del costado de Adán, de la misma manera del costado de Jesús sale la Iglesia, perdonada por la sangre y bendecida y limpiada por el agua de la Palabra.

Por último, este relato concluye diciendo: «Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso Suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron», [Juan 19:36-37].

Es interesante hacer notar que esas dos profecías corresponden a:

     *«El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado», [Salmo 34:20]. Se cumplió porque a Jesús no le quebraron las piernas, ni ninguno de sus huesos.

*«…. y mirarán a Mí, a quien traspasaron… », [Zacarías 12:10]. Esta última profecía se cumplirá completamente cuando Jesús venga de nuevo a la tierra a buscar a Su iglesia.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

 

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