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43.90 Jesús es Sepultado

Inicio comentándoles que cuando las víctimas de crucifixión morían, por lo general lo que hacían era arrojarlos a una fosa común destinadas para ‘criminales’. Sin embargo en los casos en que alguien de la familia o un protector poderoso, (político que otorgaba favores a sus protegidos), solicitara el cuerpo a una autoridad romana, éste daba la autorización para que se lo entregaran

Pues bien, es bueno comentarles que para los judíos enterrar a sus muertos era un solemne acto de amor, así como no enterrarlo era considerado una deshonra horrible, aunque el muerto haya sido un criminal. Y en nuestro caso, nuestro Amado Señor Jesús, quien nunca cometió pecado pero fue crucificado y contado entre los malhechores, debía ser enterrado con todos los honores. Por eso la Divina Providencia de Dios, preparó todos los eventos para que nuestro Amado Señor tuviera una sepultura honrada y excepcional.

Aparecen en la escena dos ‘discípulos secretos’ de Jesús. José de Arimatea y Nicodemo; miembros del concilio (Sanedrín), ricos, y poderosos, quienes eran discípulos de Jesús encubiertos debido al miedo que tenían de los judíos ya que no querían ser expulsados de la sinagoga.

Amados hermanos y amigos, vemos aquí a dos personas influyentes y ricas quienes a pesar de todas las adversidades que les traería el hecho de presentarse ante sus autoridades y el mundo como seguidores y discípulos de Jesús; fueron hombres que con profunda devoción mostraron su valentía por amor a aquel que un día fuera su Maestro.

Es poco menos que imposible pensar que a ellos les importaba el desprecio que podrían manifestarles lo que horas antes vociferaban “crucifícale”, más bien estaban interesados en rendirles tributo al Señor, a aquel que les había enseñado tanto del reino de los cielos, a ese que ellos reconocían que venía de parte de Dios. Y así se cumplía lo que el Señor dijo en Juan 12:32 «Y Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a Mí mismo».

Primero entra en escena José de Arimatea, un hombre poderoso, rico, noble, ilustre miembro del concilio (Sanedrín), [Marcos 15:43]. Este hombre valientemente y sin el menor asomo de temor le rogó a Pilato que le permitiera llevarse el cuerpo de Jesús. Me imagino a ese hombre presentándose ante Pilato con su corazón desgarrado pero lleno de amor por Jesús, mostrándole que “amaba al Señor y que necesitaba honrarlo en Su muerte”, y Pilato se lo concedió.

Yo asumo que quizás no solamente porque la solicitud venía de un ‘protector poderoso’, sino porque él sabía y estaba plenamente convencido que había sido crucificado un inocente, y que Jesús merecía una sepultura honorable.

Después entra en escena Nicodemo, aquel maestro de la Ley, erudito en los escritos del Antiguo Testamento y la Biblia, del cual dice la Biblia «Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como Maestro; porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él», [Juan 3:2].  Nicodemo fue aquel quien le hiciera la pregunta al Señor «… ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? …», refiriéndose al Nuevo Nacimiento, [Juan 3:4].

Nicodemo era un hombre muy rico, y llega al lugar a sepultar a Jesús con 100 libras de un compuesto de mirra y áloe, siendo estas especies muy costosas, así como una gran cantidad de especias.  Algunos eruditos de la Palabra dicen que con ella se podía perfumar hasta 200 cuerpos. Es muy conocido por los judíos que cuando se va a enterrar el cuerpo de un hombre que había sido “reconocido, notorio e importante”; se utilizaba gran cantidad de especias. Así que la devoción de Nicodemo al traer tantas especias muestra al mundo cuán importante y grande es el Señor Jesús. Por otra parte, es bueno destacar que esta mezcla de especias aromáticas era utilizada también para perfumar las ropas de los reyes; y Jesús es el Rey de reyes y Señor de señores, [Salmo 45:8].

Continua el relato diciéndonos que «Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos», [Juan 19:40]. El lienzo en otras versiones de la Biblia es llamado lino fino, y es figura de obras justas, representa la pureza de nuestro Amado Jesús, quien nunca cometió pecado y se mantuvo siendo puro y si mancha, y por lo tanto, Dios recibió Su sacrificio como olor fragante, y con Su muerte expiatoria nos redimió del pecado, nos reconcilió con Dios, abolió la muerte, y nos regaló la vida eterna.

Por último, llegamos al momento en el cual Jesús es sepultado en un sepulcro, donde nunca ninguno había sido puesto, por tanto, nadie podía decir que no fue Él quien resucitó, sino otro. Este sepulcro se encontraba cerca de la ciudad y al parecer pertenecía a José de Arimatea, ya que solamente los ricos solían tenerlo. A Jesús corresponde un honor especial siempre, y eso lo muestra el cumplimiento de la profecía de Isaías 53:9 «Y se dispuso con los impíos Su sepultura, mas con los ricos fue en Su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en Su boca».

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

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