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45.03 El Poder del Evangelio

En este pasaje leemos que el Apóstol Pablo se siente honrado del gran privilegio de compartir su disposición a predicar el “Evangelio de Cristo”, muy a pesar de poner su vida en riesgo. Él nunca se avergonzó de predicar las Buenas Nuevas frente a la oposición de quienes erróneamente juzgaban a Cristo como un impostor fracasado, clavado en una cruz; sin embargo Pablo sabía que Cristo es el Hijo de Dios, es quien Él dijo que era, nuestro Señor y amado Salvador.

 

Pues bien, el Evangelio que el Apóstol Pablo enseñaba es el mismo que Cristo predicó; Pablo lo había aprendido por revelación del mismo Señor Jesucristo, es decir es poder de Dios para “Salvación” exclusivamente de “los que creen en el Señor Jesús”, «Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa», [Hechos 16:31].

El Evangelio fue predicado por Cristo y Sus discípulos a los judíos, quienes lo rechazaron, extendiéndose así luego su predicación a los gentiles (no judíos), abriendo de esta manera la puerta para que todos fuéramos convocados a la declaración de la “Salvación a través de nuestro Señor Jesucristo”. Por lo tanto, amados hermanos, nosotros como colaboradores de la expansión del reino de los cielos acá en la tierra, estamos en capacidad de predicar el Evangelio, y por eso debemos preguntarnos “¿Estamos predicando el Evangelio de Cristo?” «Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios», [1 Corintios 3:9]. Asimismo, recordemos que el Señor no dejó la gran comisión «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén», [Mateo 28:19-20].

Resulta impactante leer “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe”, y la pregunta sería ¿Qué es justicia de Dios? Esta es la justicia libremente atribuida al pecador por la gracia soberana de Dios en base la muerte sustitutoria de Jesucristo; a aquellos a los que en Él creen. Los reformadores Lutero y Calvino precisaron que “la justicia de Dios” es “la justicia que vale ante Dios”. Ciertamente así es, amados hermanos y amigos, nadie puede justificarse delante de Dios por su propio esfuerzo u obra, sino que esa justicia es dada por Dios gratuitamente por el poder de Espíritu Santo a todos los que creen en Jesucristo, pues “la salvación es por la justicia de Dios” [Romanos 1: 16]; y “la justificación es por la fe” [Romanos 1: 17].

“Mas el justo por la fe vivirá” es un aforismo que viene del Antiguo Testamento y se cita tres veces en el Nuevo Testamento: Romanos 1:17, Gálatas 3:11 y en Hebreos 10:38, reafirmándonos que, solamente el justo vivirá por la fe en las preciosas promesas que Dios le ha dado a los creen en Jesucristo; y es que el hombre justo no puede vivir una vida santa sin practicar una fe perenne en nuestro Señor Jesús.

En cada uno de los que decimos ser cristiano no debe existir un ápice de “vergüenza” para predicar el Evangelio tanto como con Palabra como con nuestro testimonio ante la presencia de todo ser humano; es decir para nosotros debiera ser un gran privilegio ser portadores del mensaje de Dios.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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