El hombre tiene una inmensa necesidad de adorar, pues es algo innato que Dios puso en los corazones de cada uno de nosotros, y es por eso que podemos ver que el primer mandamiento nos dice en Éxodo 20:3 «No tendrás dioses ajenos delante de mí». La frase ‘delante de mí’ significa ‘en mi presencia’.
Pues bien antes que nada es bueno que nos demos cuenta que el versículo anterior, el 2, que es parte de la introducción al Decálogo, sugiere que el pueblo lo reconocía como “su Dios”, pues Él se les había revelado como tal, «Yo soy el SEÑOR tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre».
En aquella época había una creencia antigua de hacer un panteón a los dioses, y este mandamiento prohibía que el pueblo de Israel hiciera cosa semejante; a su vez eliminaba la mitología habitual de ese entonces.
Las evidencias expuestas por la preferencia de adorar a dioses falsos y abominables, hunde al hombre al más profundo de los abismos ante Dios; sin embargo el hombre prefirió continuar con su actitud, volviéndose neciamente en idólatra, adorando a hombres, palomas, bueyes, sapos, entre otros. Esto indujo el abandono divino, siendo este provocado porque el hombre se apartó de Dios y Sus leyes; por lo tanto Él le concede sus bajos deseos, elecciones pecaminosas que tendrían consecuencias funestas, no pudiendo objetar al juicio justo de Dios contra ellos. «Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros», [Tito 3:3].
En estos tiempos modernos en el corazón de muchos cristianos, existen panteones erigidos hacia sus esposos, hijos, dineros, trabajo; en fin, personas o cosas a las cuales idolatran. Y es que al igual que el pueblo de Israel, una de las causas de la idolatría de hoy proviene de la falta de gratitud, «Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente» Heb 12:28NVI.
‘Temor reverente’ viene de la palabra griega ‘eulabeomai’ (G2125), que según el Diccionario Strong significa ser precavido, tener precaución. Significa actuar con la reverencia resultante de un temor santo. «… Esto es lo que el SEÑOR habló, diciendo: «Como santo seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado», ]Lev 10:3].
Mis amados hermanos y amigos tenemos que adorar a Dios guiados Espíritu Santo por el lo que dice Juan 4:23BLS «Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!».
Dios único, Creador, incorruptible es el merecedor de toda la gloria absoluta que solo le pertenece a Él, «Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas», [Isaías 42:8].
En el mensaje de Romanos 1:24–27 podemos las primeras dos ocasiones en que el hombre decide abandonar a Dios, y de forma definitiva se rehúsa responder a los mandatos divinos dado por el Señor, y por demás se inclina a mantener su tendencia irreversible de pecar y actuar de forma irreverente hacia Dios y extremadamente vergonzosa hacia él mismo.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez