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48.2 No Hay Otro Evangelio

 

 

El apóstol Pablo estaba totalmente sobrecogido ante el vaivén de las iglesias de la provincia romana de Galacia quienes después de su última visita, aproximadamente hacia tres años, (según los eruditos), habían aceptado otras enseñanzas que eran contrarias al evangelio apostólico, por lo que estaban abandonando la gracia de Cristo.

Las iglesias de Galacia estaban escuchando a algunos que predicaban un evangelio diferente al que había dado Dios en Jesucristo, diciendo que para ser salvos los creyentes no judío debían cumplir con las leyes y costumbres judías, es decir los requisitos de la ‘ley’, especialmente la circuncisión; siendo esto de cierta forma una negación del poder de la muerte de Cristo en la cruz. 

Aunque realmente en las iglesias de Galacia se predicaba un Evangelio diferente al de Jesucristo, realmente no podían pervertir el Evangelio pues la Palabra escrita no la modificaban, pero predicaban las Escrituras totalmente tergiversada, por lo que ciertamente a quienes estaban pervirtiendo era a los que profesaban la fe de Cristo; entonces al cambiar el contenido del evangelio, que es realmente la Palabra de Dios, lo que estaban haciendo era contaminando la fe en Jesucristo, siendo eso la catástrofe más grande en la vida de cualquier creyente, ya que falsos maestros exponen en el pensamiento del oyente, conceptos que no vienen de Dios.

Sin importar que fuera un supuesto ángel del cielo si anuncia un Evangelio falso, diferente a la revelación de la Palabra de Dios, al Evangelio de Jesucristo, que es la doctrina impartida por los apóstoles, no se debe recibir y debe ser considerada inmediatamente como un falso evangelio.  

El apóstol advirtió que ni aun un ángel del cielo puede cambiar el evangelio, es decir ellos no tiene autoridad para dar a predicar un evangelio diferente al de Cristo, pues si así fuera, esto sería una falsa doctrina; además también se debe considerar lo dicho en 2º Corintios11:14-15 «Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras». 

El apóstol Pablo dice que uando la predicación, enseñanza, evangelio o doctrina son diferentes a las descritas en la Biblia, debemos calificarla como una ‘anatema’, siendo esta palabra de condenación muy fuerte, relacionada con destruir el botín al conquistar una ciudad. En fin, una maldición imprecatoria, o sea una expresión del deseo de que alguien sufra un mal.

Resultaba sorprendente ver como los galos se habían apartado del mensaje de las Buenas Nuevas, considerando que la fe en Cristo ya no era suficiente, y prefiriendo abocarse a las prácticas tradicionales de los judíos.  Para una comprensión actualizada al día de hoy, me atrevo a compararlo con la situación existente donde mucho pueblo de Dios ha aceptado comportamientos pecaminosos o abominables a los ojos de Dios como normales, resaltando aquí lo que dice la Palabra de Dios «¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!», [Isaías 5:20].

Amados hermanos y amigos, Dios ha dejado establecido en Su Palabra todo cuanto debemos saber para hacer Su voluntad, de manera tal que podamos vivir la vida en abundancia que nuestro Señor Jesucristo nos vino a regalar con Su sacrificio vivo. Asimismo, nos acompaña el Espíritu Santo, quien nos recordará todas las cosas y nos ayudará a lograr una vida cristiana victoriosa.  Entonces pues, abracemos nuestra confianza plena en el Evangelio de Jesucristo, y no permitamos ser seducidos por el espíritu de engaño imperante hoy, con un desenfreno absoluto que identifica a los últimos tiempos, etapa en la cual nos encontramos, ya que dicen las Escrituras que «Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos», [Mat 24:24]. 

Bien, recordemos que Dios permanentemente nos persuade a ser fieles a Sus normas, todo porque nos ama con amor inagotable; entonces nuestro anhelo, como hijos de Dios, es decirle «me complace hacer Tu voluntad, Dios mío, pues tus enseñanzas están escritas en mi corazón», [Sal 40:8]. Y es que siempre debemos buscar el agradar a Dios, no a los hombres.

En conclusión, lo más importante es estudiar la Palabra de Dios para que podamos ser como los de Berea, quienes al escuchar el mensaje de Pablo abrieron las Escrituras para aceptar o desaprobar la enseñanza del evangelio que habían recibido (véase Hechos 17:10-11).  Esto nos enseña que siempre debemos comparar lo que recibimos para ver si está acorde con lo que dice la Palabra de Dios y así asegurarnos de la sana doctrina recibida es el mismo evangelio dado por Dios en nuestro Señor Jesucristo.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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