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5.01 Exhortación a la Obediencia

Nos encontramos en el final del primer discurso de Moisés, el cual es una exhortación a la obediencia del pueblo de Israel. Esta disertación inicia con el llamado a que el pueblo escuchara las enseñanzas que le transmitía Moisés, las cuales estaban relacionadas a los estatutos; esto se refiere a las ordenanzas religiosas, es decir a la adoración y el servicio a Dios.

Asimismo esta exhortación incluía las leyes relativas a los derechos civiles de los hombres, y es que toda la ley de Dios comprendía tanto las ordenanzas religiosas como los asuntos civiles de los hombres.

Moisés le dice al pueblo que las enseñanzas que él les estaba impartiendo eran con el objetivo de que las pusieran en práctica  para que ellos pudieran recibir las bendiciones prometidas por Dios. El ponerlas por obra significaba “ser obedientes” a la Palabra dadas por Dios.

Por otra parte, es maravilloso ver cómo con este discurso Moisés les recordaba el amor de Dios derramándose sobre Su pueblo, pues aunque desde su salida de Egipto ellos persistieron en murmuraciones y quejas, aun así fueron muchas las ocasiones en las que Dios les mostraba Su amor y misericordia, acompañándoles durante su pase por el desierto, pues la presencia de Dios habitaba en medio de ellos y eso ciertamente debería incitarlos a “obedecer a Dios por amor”; y asimismo, estar inmensamente agradecidos de las tantas maravillas que nuestro Señor les había mostrado.

Amados amigos y hermanos, dicho lo anterior podemos asegurar que igual sucede con nosotros hoy día, desde que iniciamos nuestro viaje en este caminar en la fe, no hemos cesado de ver la Mano misericordiosa de Dios sobre nuestras vidas, el desborde Su amor por nosotros reflejado primero por el sacrificio de Su Hijo, nuestro amado Señor Jesucristo, y segundo por todas las bendiciones que Él nos ha regalado, las cuales han sido otorgadas únicamente por amor.

Continuando con el relato, nos encontramos con una amonestación dada en este discurso en referencia a no añadir ni disminuir nada a esas leyes; esto así porque las mismas eran Palabra de Dios y estaban completas. Ni por negligencia para no hacerla una carga, ni por omisión para no hacerla incompleta; nadie debía hacer modificación a la bendita y perfecta Palabra de Dios, tal como hicieron los escribas y fariseos en los tiempos de Jesús Mateo 15:9 «Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres». En definitivas, porque «Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo», [Salmos 119:165].

Luego de la exhortación Moisés les recuerda el acontecimiento ocurrido recientemente con motivo de Baal-peor, donde debido a la idolatría Jehová los destruyó, y que en ese momento solamente habían sido perdonados y estaban vivos aquellos que se mantenía firmes siguiendo y adorando al Único Dios Verdadero. Esa es una ilustración de las consecuencias de la desobediencia, la cual siempre acarrea muerte, pues son millares los que hoy anda “muertos en vida”, pero existe una hermosa esperanza, venir a Jesús, el dador de vida, y mantenerse en Su camino por amor, y cuando amamos en espíritu y en verdad de seguro tendremos un corazón orientado a vivir en santidad, es decir a vivir obedeciendo la Palabra de Dios.

Moisés les dijo de los mandamientos que les daba “guárdalos y ponlos por obra”, y hoy a nosotros la Palabra de Dios nos llama a eso también, a guardarla como el tesoro más preciado, y usarla en el actuar cotidiano, «Por eso he amado tus mandamientos más que el oro», [Salmos 119:127]. Es la única manera de vivir una vida victoriosa, de vivir la vida en abundancia que nuestro Señor nos vino a regalar a través de Su preciosa sangre, y por ende es la única manera de ser obedientes a la hermosa Palabra de Dios.

Es importante destacar que Israel sería testimonio a otras naciones quienes reconocerían la gloria del Dios en medio de ellos, pues al ser un pueblo obediente a Dios mostrarían su sabiduría a otros, y así sucedió, ya que fueron muchos los pueblos que se quedaron admirados por la unidad y organización de los hebreos, tanto así que hasta hicieron suyas algunas leyes propias de los hebreos. Eran el único pueblo con el gran privilegio de tener a Dios en medio de ellos en el Lugar Santísimo, Jehová, que les respaldaba en todos sus pasos, quien les dirigía a través de la columna de nube y de fuego. Israel eran los únicos que estaban tan cerca de Él que le invocaban con fe, sabiendo que Dios acudiría a su encuentro.

Ciertamente, los estatutos y juicios de los hebreos estaban fundados en la justicia y equidad, basados en la verdad, para mantener la paz y la armonía. Asimismo los mandatos que el Señor hoy nos da a ti a mí, tienen el mismo propósito.

Podríamos decir con lo anterior, que Moisés le estaba diciendo al pueblo que ellos tenían dos grandes bendiciones, que les llevaban a ser un pueblo sabio, entendido y obediente, y estas eran, tener a Dios Todopoderoso en medio de ellos, y disponer de las leyes más completas y justas, las cuales les llevarían a entrar a la tierra prometida. Hoy amigos y hermanos, nosotros también disponemos de esas dos maravillosas bendiciones, así que “seamos obedientes a la Palabra de Dios”.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

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