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8.3.3 Esta Guerra es de Dios

En mi devocional de esta mañana leí 2º Crónicas 2:1-23; relato que narra la situación de amenaza de guerra en la cual se encontraba Josafat, el rey de Judá y su oración a Dios:

«Y aconteció después de esto, que los hijos de Moab y los hijos de Amón, y con ellos algunos de los meunitas, vinieron a pelear contra Josafat. Entonces vinieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Viene contra ti una gran multitud de más allá del mar, de Aram…», [2º Cr 20:1-2]. 

Tres naciones amenazaron con atacar simultáneamente a Judá. Ante tal acontecimiento dice la Biblia:  «Y Josafat tuvo miedo y se dispuso a buscar al SEÑOR, y proclamó ayuno en todo Judá», [2 Cr 20:3]. 

A leer los tres primeros versículos detuve la lectura y pensé en algunas de las adversidades puntuales que me causaron un profundo miedo físico y emocional, similar, quizás, al que pudo haber sentido Josafat. Y de hecho en esas ocasiones consideré, sin lugar a dudas, que eran los casos más catastróficos que me habían ocurrido hasta ese momento.

No estaba fabricando situaciones adversas, mi imaginación no llegaba a tanto, sencillamente quedé callada y recordando mis circunstancias pasadas; y pensaba como también ante tales aflicciones yo igualmente busqué al Señor Todopoderoso, por ser Él mi único Refugio. Asimismo, vi la manifestación de Su poder en el transcurso de tan difíciles ocasiones, en las cuales Él como Poderoso Guerrero peleó cada una de mis batallas y me dio la victoria; pero también tristemente recordé los casos cuando yo actuaba en mis fuerzas, sacando a Dios de la ecuación, entonces cada final fue tan diferente y penoso, y no precisamente a mi favor.

Bien, continué mi lectura del pasaje y volví a detenerme en dos versículos que me llenaron de paz y confianza en mi Señor:    «¡Dios nuestro, ¿no vas a castigarlos? Pues nosotros no tenemos fuerza suficiente para hacer frente a ese gran ejército que nos ataca. ¡No sabemos qué hacer; por eso tenemos los ojos puestos en ti!”», «… El Señor les dice: ‘No tengan miedo ni se asusten ante ese gran ejército, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios», [2º Cr 20:12,15DHH].

Quedé maravillada de volver a leer estos dos versículos, después de tanto tiempo, los cuales forman parte de la oración de Josafat, estos muestran el reconocimiento de la grandeza de Dios Todopoderoso, quien tiene autoridad sobre todas las naciones y que escuchó su clamor; Él le respondió librándoles, peleando contra sus enemigos y dándoles la victoria a Su pueblo, Israel.

Sentí las lágrimas nublando mi vista, y por tercera vez volví a detener la lectura, y es que me he dado cuenta que con el paso de los años siento que mi alma se ha vuelto más sensible ante la manifestación del Poder de Dios sobre mi, puesto que han sido tantos los desafíos, aciertos y errores en la vida de esta mujer a quien Dios le ha mostrado Su amor inagotable, sin merecerlo, que lo único que puedo hacer es seguir darle gracias, continuar confiando en Él y rogarle que ponga en mí un corazón humilde para deleitarme haciendo Su voluntad, escudriñar Su Palabra y ponerla por obra; y poder compartir esas  enseñanzas y mi aprendizaje, con muchos; para de esa manera cumplir con la Gran Comisión de hacer discípulos de Cristo entre los habitantes de todas las naciones, [Mat 28:19AF].

Clamemos al Señor para que cada día sepamos orar como conviene (el modelo de Padre Nuestra que está conformado por: adoración, confesión, acción de gracias, intercesión y súplica) que estemos atentos a la voz del Espíritu Santo quien nos susurra las palabras precisas para acercarnos al Padre en oración, presentarles nuestras alabanza y necesidad, y esperar con fe, la respuesta que Él dará a cada una de nuestras peticiones, acorde a Su voluntad, [puede ser ‘si’, ‘no’ o ‘espera’].

«Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios», [Ro 8:26-27LBLA]. 

En conclusión, estoy segura de que usted tiene una historia que contar de las tantas ocasiones que ha sido bendecido con el favor de Dios sobre su vida.  Recuerde la tantas batallas de las cuales Él le ha librado, o ha peleado y le otorgó a usted el premio de una victoria ganada de rodillas y solamente por amor; por lo tanto me atrevo a decirle  «Dad gracias al SEÑOR, porque para siempre es Su misericordia», [2º Cr 20:21LBLA]. 

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

 

 

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