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9.01 ‘Nacimiento de Samuel’.

Este relato inicia diciendo que Elcana tenía dos mujeres, Penina y Ana. Es bueno aclarar que aunque esta historia está escrita en la Biblia, Dios nos aprobaba tener dos mujeres, es decir la “poligamia”, la cual sabemos es “un pecado”. Recordemos siempre que en la Biblia los hechos son relatados tal cual acontecieron, hago esta aclaración porque algunas personas que han cometidos pecados similares se justifican con «esta en la Biblia», no significando con ello que esta correcto nosotros cometer los pecados descritos allí, ejemplos de ellos son el pecado de Adán y Eva, y algo más reciente en el Nuevo Testamento, la traición de Judas, ambas historias corresponden a actos pecaminosos, los cuales conllevaron sus consecuencias. Otros ejemplos los podemos ver en toda la trayectoria de pueblo de Israel durante su apostasía e idolatría.

Pues bien, Penina tenía hijos pero Ana no, por lo que la primera provocaba y entristecía a Ana porque Dios no le había dado hijo. En esa época la esterilidad era considerada una maldición o un castigo de Dios por algún pecado cometido, así como también una deshonra. Ana una mujer que amaba a Dios anhelaba tener un hijo, ese era el gran deseo de su corazón, por lo que en cierta ocasión con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente e hizo voto a Jehová: “Si me das un hijo, yo lo dedicaré a ti toda su vida”.

Con respecto al voto de Ana, es bueno comentarles que nosotros no podemos ver ese voto o trato como una negociación con Dios, ya que nadie está en condiciones de negociar con Él, entonces más bien debemos verlo como una oración del tan intensidad que hasta prometió a Dios dedicar a ese niño para el servicio en el Tabernáculo. Desde ese punto de vista, independientemente que en nuestras oraciones estamos haciéndole solicitud de algo a Dios, debemos tener cuidado de ‘prometerle’ algo a Dios y que luego no cumplamos la promesa, pues un consejo sabio nos es dado en Eclesiastés 5:4-5 «Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas».

Ana oró quedamente nadie la podía oír, teniendo fe en que Dios la escuchaba. Vemos que Elí, que en ese tiempo era el Sumo Sacerdote y Juez, cometió un grave error juzgando a Ana como ebria, y esto me lleva a pensar dos cosas:

  1. Estaba acostumbrado a escuchar a las personas orando en voz alta, y le resultaron extraños los gestos de Ana quien oraba silenciosamente pero con pasión vehemente.
  2. Esto nos muestra el desorden tan grande de aquella época, en la cual la embriaguez era común y en ambos sexos.

Cuando Ana responde a Elí que no está ebria sino que derramó su alma ante Jehová, «Elí respondió y dijo: Vé en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho», [v. 17].

Al cabo de un tiempo Dios concedió la petición de Ana y ella concibió y puso por nombre a su hijo «Samuel» que significa “Por cuanto lo pedí a Jehová”. Siendo destetado lo presentó a Dios, es decir hasta que la edad de su hijo permitiera que ella cumpliese su voto (quizás a los 3 años). Le presentó a Elí al niño por el cual ella había orado hacía pocos años atrás, y le dejó el niño a su cuidado para criarse allí para siempre, a fin de ser un hombre de Dios al servicio del Tabernáculo, y a quien en su juventud Dios le daría el privilegio de ser el profeta y juez de Israel.

Yo me imagino que duro sería para Ana desprenderse de su único hijo, pero que gratificante cumplir la promesa a Dios, por lo cual ella es recompensada años más tarde con 5 hijos. Que maravilloso es nuestro Dios.

En fin, amados hermanos y amigos, la historia de Ana no debemos interpretarla como la respuesta que Dios dará a todas nuestras peticiones ya sea de sanidad, prosperidad, etc., sino más bien como ejemplo de una oración eficaz, en la cual oramos al Padre según nos enseñara Jesús, manteniendo el anhelo en el corazón de hacer la Voluntad de Dios, recordando siempre que, existe algo más grande que hacer la voluntad de Dios, y esto es “deleitarse haciendo la voluntad de Dios”. Hacer con amor todo cuanto le agrada a Él, «hacer Su voluntad», tal como lo hizo Jesús. Permitir que sus promesas se hagan vida en nosotros, sus hijos. «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón», [Salmos 40:8RV60]. Entiendo que Ana se rindió a la voluntad divina de nuestro Padre Celestial y Él se plació en conceder la petición de su corazón.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

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